La ceremonia del té se instauró en Japón en el siglo XV y llegó a convertirse en un elemento esencial de la cultura de la élite japonesa, en especial de los samuráis. Desde entonces, la ceremonia del té tiene como finalidad última el promover la humildad y la sencillez, al igual que fomentar un intenso intercambio espiritual entre las personas. Representa la máxima expresión de la hospitalidad: el momento en el que el anfitrión y el invitado se encuentran es único y no hay modo de saber si volverá a suceder de nuevo.
En la actualidad, aunque la ceremonia del té parece tener poca importancia en la vida cotidiana de Japón, para la mayoría de
los japoneses encarna gran parte de lo que consideran su esencia cultural. Además, los espacios para la ceremonia del té
constituyen en cierto sentido un compendio de la tradición arquitectónica japonesa -es decir, una referencia en cuanto a
proporciones, materiales y técnicas- los cuales, actualmente y desde la década de 1990, son reinterpretados por arquitectos y diseñadores.