La obra de Mariano Fortuny (1838-1874), uno de los creadores más importantes del siglo xix, transpira ideología, refleja un sistema de valores burgueses de sesgo conservador caracterizados por su defensa de unos principios clasistas y elitistas. Sin embargo, detrás de este escaparate rutilante, en el que todos los objetos emiten destellos de una belleza deslumbrante, como un escenario que es puesto al servicio de una estética que pretende sorprender y, de igual modo, identificarse con el ideario de una clase dominante que empieza a ver peligrar su situación de privilegio, descubrimos la existencia de corrientes subterráneas, de fuerzas tectónicas que nos transmiten una sensación, más intuida que real, de que esta verdad poética, que se percibe como una realidad pétrea, se resquebraja, en cierto modo porque se intuye la sensación de un hartazgo personal de la utilización de fórmulas exitosas que ya no le producen la satisfacción deseada. Tras este mundo de ensueño que nos transmiten algunas de sus producciones más emblemáticas, con las que obtuvo un gran reconocimiento de crítica, público y un notable éxito económico, se esconde un autor abierto a la experimentación, a dejarse llevar por un imaginario fecundo cuya libertad se ve constreñida por un mercado artístico que quiere convertirlo en un mero especialista, un fabricante de unas mercancías artísticas destinadas a satisfacer las apetencias estéticas de una clientela que lo que desea son certezas y no ejercicios visuales que son contemplados con recelo porque forman parte de las prácticas privadas.La obra de Fortuny se debate en estos términos contradictorios, en la tradicional disyuntiva que separa el impulso del deseo de la realidad más tozuda. Respetando esta ambivalencia, este libro profundiza en el estudio de las pulsiones que motivaron su crecimiento como artista y transita por la ambigüedad que caracterizó su creatividad, y se sumerge en aspectos menos explorados de una personalidad compleja.