Aunque parezca mentira, hay gente capaz de levantarse a las tres y media de la mañana un domingo para ir al mercado de pulgas a buscar una codiciada antigüedad, y sin duda habrá filatelistas que arriesguen la vida por salvar del fuego sus timbres postales. ¿Cuántas actividades pueden ser motivantes a ese grado lindante con el heroísmo? La autora de este sabroso ensayo se introduce como observadora participante en el mundo del coleccionismo y se pregunta qué es lo que mueve a tantos a acumular y atesorar todo tipo de objetos para entregarse a su serena contemplación. Quizá lo que está en juego sea el deseo de vencer la condición efímera de las cosas. Un botón por aquí, un caracol por allá, nada significan, pero enmarcados en un conjunto adquieren sentido y ofrecen una ilusión de trascendencia.