Refugios nómadas primitivos, incluyendo cuevas, tiendas de piel de animal e iglús, se utilizaron para la protección contra el viento, la lluvia, la nieve, la luz solar, y otras fuerzas de la naturaleza. Estas viviendas básicas también proporcionaron defensa contra los depredadores y se utilizaron para almacenar unas cuantas pertenencias importantes. Ellos eran temporales, y la proximidad a una fuente de agua era de primordial importancia.
Salud y comodidad aún no estaban bajo consideración. Según la civilización se desarrolló, la vivienda se hizo más permanente, con aumento de la atención al bienestar. La vivienda y los servicios públicos disponibles en los países ricos son muy diferentes de las de los asentamientos más pobres. A diferencia de los países industrializados, donde los sistemas de agua entubada, baños interiores y aguas residuales son la norma, en el mundo en desarrollo estas instalaciones a menudo no están disponibles.
A lo largo de los trópicos hay una enorme diversidad en el diseño de las casas y un uso de materiales de construcción a base de siglos de experiencia indígena, sus costumbres, y la disponibilidad de los recursos locales para la construcción. Estas diferencias en el estilo y los materiales de construcción afectan a las condiciones de interior y el confort de los ocupantes, que a su vez influyen en la exposición de los ocupantes a ciertas enfermedades infecciosas. En este libro los autores describen los diseños arquitectónicos y materiales de las casas rurales de ambos países en Asia (Tailandia, Filipinas) y dos en África (Gambia, Tanzania). Se analiza el efecto del diseño en el clima interior y se relacionan estos factores con la salud, en particular el riesgo de enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos, como la malaria. En base a sus hallazgos y a una comprensión detallada de los estilos de construcción locales, se describen una serie de modificaciones de la casa que podrían mejorar la comodidad, a la vez que suponen una reducción de riesgos para la salud.