Acabo de acordarme de nuevo de este episodio y me parece tan redondo que,pese a la pereza y a la falta de tiempo, creo que voy a escribirlo. Hasta sientoun cosquilleo ahora que me estoy poniendo âeuros'con la cabeza por las nubes dela memoriaâeuros' a hacer correr las cosas por los folios blancos. Ya lo he contadooralmente, en nuestro árabe del norte de Marruecos y en español, no sé cuántasveces, con la satisfacción de ver siempre el impacto que quiero.El título La gran aventura de Tarzán es de una película que muchísimos re-cordarán. Me refiero a los que, en aquel entonces, correteaban por mi edad. Seiba a estrenar en el cine Astoria, ya desaparecido, en Hadú, Ceuta. Y desde quesupimos la fecha del estreno, incluso antes, todo mi mundo estuvo ocupado porel acontecimiento. Mi imaginación, arrancando de los carteles (se llamabanasí las fotografías con las que anunciaban las películas), se perdía por mil yuna escenas y tramas. Mi cabeza bullía de actores, actrices y películas. El cineera el centro del mundo. No solo imaginaba; a veces contaba películas enteras,inventadas, a quienes podía hacérselas creer. Ver una película que otros nohabían visto, y contarla, era la mayor de las satisfacciones: contar y contar ycontar. Viendo el interés en los ojos que me escuchaban.Aquí, no invento nada. Escribiendo esto, me estoy limitando estrictamente arecordar lo que me ocurrió. No necesito imaginar nada. Solo recordar minucio-samente lo que pasó...Mohamed Lahchiri