Desde finales del siglo XX podemos observar como la arquitectura se ha convertido en una actividad profesional con una mayor capacidad de gestión de parámetros en el proceso proyectual. Los adelantos
tecnológicos y de los medios de representación han ayudado a que la arquitectura pueda incluir como sujeto de proyecto a una gran diversidad de sujetos. Cada vez se valora más en arquitectura la inclusión de diversidad de opiniones y perspectivas dentro del proceso de proyecto para adecuar el espacio construido a los distintos usuarios que lo habitan. Un cambio en la concepción de la práctica profesional que surge de forma paralela y se relaciona con un conjunto de teóricos y profesionales de la arquitectura que desde principios de los años 70 a finales de los 90 abogaban por una toma de consciencia desde la práctica sobre la inclusión del sujeto no normativo que se había considerado como minoría ya sea por cuestiones de raza, genero, etnia o religión.
Sin embargo, a pesar de los adelantos y la defensa por la diversidad en la arquitectura, la profesión de arquitecto sigue manteniendo una práctica despolitizada en estas dos primeras décadas del siglo XXI, en la que la diferencia no tiene lugar y siguen existiendo injusticias dentro de los estudios de arquitectura.
Una situación que se ha agudizado aun más en esta primera década del siglo XXI en la que el capitalismo y las fuerzas neoliberales han tomado el control de la producción de arquitectura afectado
al ejercicio de la profesión. La progresiva desaparición de los pequeños estudios de arquitectura y la potenciación de las grandes oficinas corporativas, capaces de hacer frente a las exigencias de la macroeconomía, ha tirado por tierra aquellos avances del siglo pasado. Debido a la continuidad de anticuadas
estructuras internas en el espacio de trabajo de los estudios corporativos, donde impera el trato paternalista, los estereotipos y la alienación de sus trabajadores, cada vez están más marginadas las necesidades de aquellos trabajadores que no siguen el prototipo de arquitecto trabajador super-productivo cuya vida es por y para el trabajo. En este grupo, y de forma mayoritaria, está el colectivo de mujeres arquitectas, quienes en su vida cotidiana laboral aun siguen luchando por tener un lugar en el panorama de la arquitectura. Su condición biológica relacionada con la reproductividad no le permite poder continuar con este prototipo laboral.
Por tanto es la mujer arquitecta la que sitúa una crítica directa a las formas de trabajo en la arquitectura
en nuestros días. Un problema que no solo afecta a la práctica en si sino también al ámbito académico, donde impera una progresión profesional a base de meritos basados en este prototipo de trabajador super-productivo. Es por esta razón que es importante desvelar cualquier situación de desigualdad por género en la profesión, pues no es sólo una crítica desde la mujer arquitecta sino desde el trabajador en sí por una vida en la que producción y reproducción puedan ser compatibles, por una sociedad futura no deshumanizada. Este libro tiene como objetivo sacar a la luz situaciones invisibles que directamente critican una estructuración del trabajo en la que el trabajo inmaterial domina
la vida del individuo.