'Ahora, por fin, he llegado a la primera ciudad del mundo! ... Al otro lado de las montañas del Tirol huí más que viajé... Mi deseo de llegar a Roma rápidamente fue creciendo más fuerte cada minuto ... Ahora he llegado, me he tranquilizado y siento como si hubiera encontrado una paz que va a durar toda la vida. ... Así como me lanzo sobre Roma mirando a los principales monumentos, la inmensidad del lugar tiene un efecto tranquilizante.
En otros lugares hay que buscar los puntos importantes de interés; aquí se amontonan sobre uno en profusión... Nadie que no haya estado aquí se puede dar cuenta de lo que te enseña Roma. Uno, por así decirlo, renace y las propias ideas anteriores parecen como pañales de un niño.
Aquí la persona más ordinaria se convierte en alguien, porque su mente es enormemente ampliada, aunque su carácter no ha cambiado."
(Johann Wolfgang von Goethe, Viaje a Italia)