Narciso Pascual y Colomer fue autor de dos edificios esenciales para comprender el panorama arquitectónico y cultural del segundo tercio del XIX, como son el Congreso de los Diputados y el Palacio del Marqués de Salamanca
Arquitecto del Madrid romántico
Narciso Pascual y Colomer (Madrid, 1808 - Lisboa, 1870) fue el arquitecto más destacado del Madrid romántico. Titulado en 1833, su ejercicio profesional coincidió plenamente con el periodo isabelino, al que caracterizó -en paralelo a la constitución de la nueva ciudad de la burguesía- con su refinada arquitectura y sus planteamientos urbanos.
Autor de dos edificios esenciales para comprender el panorama arquitectónico y cultural del segundo tercio del XIX, como son el Congreso de los Diputados y el palacio del marqués de Salamanca, su obra abrazó muy distintos campos del proyecto de arquitectura.
Construyó buen número de edificios residenciales, de muy varias tipologías; realizó proyectos urbanos de gran importancia (entre los que destaca la ordenación de la plaza de Oriente); se interesó particularmente por el diseño de jardines y aun por su enseñanza, fundando la Escuela Normal de Jardineros Horticultores; y tuvo ocasión, en fin, de intervenir en relevantes monumentos de nuestro patrimonio (entre ellos: la iglesia de los Jerónimos, el Museo del Prado y la transformación del Noviciado de Jesuitas en sede de la Universidad Complutense).
El profundo cambio en la organización social, económica y política del periodo isabelino conllevaba naturalmente una nueva idea urbana. La flamante burguesía propuso -y, en buena parte, construyó- su idea de ciudad desde unos principios muy alejados de los que habían regido hasta entonces. En este marco, Pascual y Colomer, ligado a la Corona y a la nueva aristocracia del dinero -representada por la sobresaliente figura del marqués de Salamanca-, definió algunos de los edificios y ámbitos urbanos más representativos de las transformaciones que la ciudad experimentara en ese segundo tercio del siglo XIX.
Su obra participó, en no pequeña medida, en la configuración de los dos ejes extremos del Madrid del momento: el de Palacio (con la definición de la nueva calle de Bailén y la ordenación de la plaza de Oriente y de la Armería) y el de Prado-Recoletos, que a partir de entonces apuntaría como el futuro gran eje del Madrid contemporáneo.
Junto a sus muchos títulos, destacan los de Arquitecto Mayor de Palacio (1844), Académico y Director de la Real de Bellas Artes de San Fernando, y Director de la Escuela de Arquitectura (1852-54 y 1864-68); constituye el más representativo eslabón entre la antigua formación de arquitectos en el seno de la Academia y la nueva Escuela de Arquitectura.
No pocas de sus construcciones han desaparecido o han sido transformadas, y otros de sus proyectos nunca llegaron a existir; pero sus edificios conservados nos dan expresa noticia de qué fue -y aun qué pudo ser y nunca fue- la arquitectura y el Madrid del romanticismo. Su nombre, con la perspectiva de los doscientos años de su nacimiento, gana peso y significación, cuadrándole con toda precisión el antonomástico título de Arquitecto del Madrid isabelino.
La exposición, finalmente, queda registrada en un libro-catálogo dirigido por el Comisario, Javier Mosteiro, y por Pedro Navascués. Siguiendo las mismas secciones en que se ha estructurado la exposición, en él se incluyen artículos de estos dos profesores, así como de Pilar Rivas (documentalista de la exposición) y Carmen Ariza. El catálogo propiamente dicho no sólo registra todos los originales expuestos sino que recoge también aquellos que, por distintas causas, no se han llegado a exhibir, y que se incluyen reproducidos fotográficamente (sumando un total de 138 originales). Constituye esta publicación una primera sistematización de la obra de este fundamental arquitecto del periodo isabelino, de cuyo nacimiento se van a cumplir ahora los doscientos años