La compasión y, en general, las actitudes éticas vienen acreditándose como un factor de primera importancia en orden a una economía amiga de la persona, es decir, respetuosa de su dignidad y comprometida con sus derechos. Tomando pie en la última encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate, el autor presenta las tres instancias que permiten articular un sistema económico con justicia: el mercado, regido por la justicia conmutativa; el Estado, vinculado a la justicia redistributiva; y la sociedad civil, ámbito idóneo para el ejercicio de la gratuidad, cuyo movimiento pasa necesaria por la compasión. La propuesta consiste en un sistema económico con justicia y con compasión. Ambas virtudes cooperan sinérgicamente: la justicia protege a la compasión de la puerilidad moral y del quijotismo, mientras que ésta evita a aquélla las derivas de la mezquindad y del anti-utopismo.
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