En 1998 estábamos tratando de decidir presentarnos al concurso para la T4 de Barajas. Recuerdo discusiones bastante subidas de tono acerca de la conveniencia de presentar un proyecto o no. En un principio parecía que el programa y las condiciones impuestas a los estudios eran muy difíciles de cumplir, si no imposibles. Aún tenemos la sensación de que
España era uno de los lugares más interesantes de Europa en los que se podía trabajar como arquitecto así que, al final, decidimos presentarnos. Me alegra que lo hiciéramos, pues hemos disfrutado tremendamente durante los últimos 15 años. Una de las razones principales es la apertura que percibimos en la sociedad española a todo lo nuevo, lo moderno, si dejar de mantener sus tradiciones en cosas como la comida o la música. La consecuencia de esta apertura es un florecimiento de la profesión, y no se me ocurre otro país en Europa que pueda alardear de tantos buenos arquitectos y tantos nuevos edificios emocionantes.
El éxito de esta profesión radica en parte en el trabajo de estudios como el de Aquitectos Ayala, que como tantos otros en España, sigue produciendo cuidados proyectos atentos con la tradición moderna.
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